4ª ENTREGA




                                                                                   
Puerta lateral de la Iglesia Parroquial de Usagre


Después de comprar el cazón para la sopa de pescado, Piedad se encamino hacia su casa,  observó, en la puerta del comercio de Agustín Mendoza, a tres mujeres que hablaban con Agustín a cerca de unas telas que tenían encargadas y que aún no habían llegado... “no os preocupéis  voy a poner una conferencia, y si logro hablar con el almacén, esta tarde está aquí la pieza de tela. Les diré que me la manden en el Leda. Eso sí, seguro que con tanta urgencia y exigencia va a salir más cara”...  Aquellas mujeres tenían encargada una tela negra, una pieza que después repartirían entre las tres, así salía más barata que si la compraban por metros, era para hacerse un traje de respeto para la procesiones de la Semana Santa y la modista les había dicho que tenía mucho trabajo para esa fecha, que como no tuviera la tela no se comprometía a tenerles los vestidos a tiempo.

!Pues sí que tienen postín estas tres!, pensó Piedad a escuchar las exigencias de la mujeres.

Por la puerta de la casa donde estaba la oficina de correos,  tres casas más arriba del comercio de Mendoza, salía La Nena,  mujer regordeta, muy bajita y que hacía recados a unos y a otros, esta vez salía de recoger unas cartas destinadas al Sr. Juan “el del queso”, él estaba de viaje vendiendo por algún pueblo de la comarca, y su mujer, “La juanita” como era conocida en el pueblo, aunque su nombre era Isabel, no podía cerrar el comercio para llegar hasta la oficina de correo. Menos mal que el cartero, Pepe Larrey, era buen conocedor de los vecinos, y sabía de quien sí y de quien no, debía fiarse, así que aunque la carta estuviera certificada, si había confianza, la entregaba a cambio de la firma de quien fuese a recogerla, eso sí, siempre que a quien entregaba la carta fuese una persona seria y de confianza.

!Antoñita, Antoñia!... vociferó Piedad mientras aligeraba el paso calle Olivo arriba. ¿Ha terminado ya tu hermana Cheli de barrer?

!Que vá... aún le queda el patio! Ya sabes tu lo meticulosa que es para todo... Seguro que llega la hora de comer y está todavía con el escobón en la mano...

Jajaja.... Rieron las dos muchachas porque sabían que Cheli se tomaba cualquier trabajo con toda la parsimonia del mundo.

Tengo ganas de ir a Valencia a ver a mis tías.... Dijo Piedad, tras un suspiro muy teatral, como queriendo convencer a Antoñita de algo imposible.

Pues hija, con todas las veces que va tu padre, bien podías irte con él algún día. Pero la verdad es que no te entiendo... !Con lo raras que son tus tías!... no sé como te gusta estar con ellas.

Pues me gusta... !Lo mismo es que soy tan rara como ellas!


Dicho esto Piedad volvió a aligerar el paso hasta su casa.

¡Madre! ¡Madre!... Aquí tienes el cazón. He tardado porque estaban delante de mi Marina y la Quión hablando de la cuñá que está ingresá en Badajó.

¡De sobra sabes que no me gusta que corras por la calle, pareces un macho pilongo con esos portes!...¡No sé cuando echarás sentido... Vaya mollera que tienes hija!... Menos mal que con el aire que hace hoy anda la gente arrecogida en sus casas, 
las vecinas no han salio  hoy ni a barrer la calle. 

Mientras, Piedad no dejaba de pensar en la buena opción que le había dado Antoñita, podía irse por la mañana con su padre y regresar con él por la tarde, así podría estar todo el día con ellas. Al mismo tiempo le asaltaban las dudas propias, ¿La dejaría su padre y su madre?, ¿Querrían recibir su visita las titas?... Mejor me callo y pienso más detenidamente como hago para que me dejen .

Ya por la tarde, la madre de Piedad le dijo: ¿Hoy no vas un rato con tu tía?¿No vas a escuchar la novela?.

¡Madre!...¡Pos no ves que con tanto aire hace ya un rato grande que se fue la luz y no ha venio todavía!

¡Pues con más razón...! Debías ir pa que tu tia vea que no vas por escuchar la novela sino por estar con ella un rato.

¡Jooo madre!, ¡Que cosas piensas!... Tienes razón, iré un rato. A ver si hoy ha comprado mas perrunillas.

Piedad cruzó la calle y entró en la casa de su tía María, que vivía justamente en la casa de enfrente.

¡Que aire hace, tita!... ¿Ha venio ya la lú?.

¡Pasa hija, pasa, estoy aquí, sentá en la camilla...! ¡Desde que se fué la lú!... la avería tie que ser gorda, porque otras veces que se ha ido no ha tardao tanto en venir.


Es que hace mucho aire. En fin... Pos hoy no tenenos novela, con lo interesante que se está poniendo... Veremos a ver si el Jorge Alfredo no está compinchao con la mala...

María la interrumpió para decirle:

Hija, anda, busca la badila porque otra vez se ha metio bajo la tarima y arréale una buena firma al brasero, que me se están quedando los zancajos como tempanos...

¡Claro, claro... seguro que llevas sentá aquí, mirando por la ventana, desde ante de comer...¿Como no se te van a quedar frío los piés?... Y encima sin poder darle vueltas al brasero... ¡Cada día estás peó!, no quiero ni pensar cuando pasen dos o tres años...¡Pues nada!... habrá que buscarte un buen asilo, `porque el tito no se va a querer hacer cargo de tu cuidado, además con lo poco mañoso que es...

¡Por favor, hija...! ¡Que severa te estás volviendo!... ¡Te costará mucho ser cariñosa con tu pobre tía... En vez de ser tan agria y tan, tan... Despiadada!

¡No te enfades porque te diga la verdad! Tu sabes que te quedarás sola, tan sola como mis otras tías...

!Al menos yo tengo un mario!... Y aunque sea tan zopenco se que me quiere y no me desea na malo... Pero las otras, las pobres de tus tias... esas están solas y seguirán solas... Se fueron mu ligeras en busca de otros aires, y ya ves, na de na, allí solas, en su casa... !Tanta prisa, tanta prisa... por eso mas de una vecina murmuró lo que no debía...¡A saber si tendrían razón pa ello...! Las prisas nunca son buenas... ¡Vísteme despacio que tengo prisas!... Que razón tienen los refranes.

Pue que tengan aún la esperanza de que sus vidas cambien. Tu ya sabes lo fántasticas y los pajaritos que siempre han tenio en la cabeza.

Si hija, sí... Me las imagino sentadas en la camilla, detrás de los visillos del postigo de la ventana, escuseando to el santo día quien va y quien viene. Mirando cuando pasa alguien por la calle o cruza delante de la ventana. Es como si estuviera viéndolas... L
evantandose de las sillas y fijando los ojos llenos de curiosidad y de atrevimiento en quien pasa por la calle...

-¡Pero si es Benito!

No deberían dejarlo salir todavía.

-Tal vez fue sólo un invento de su cuñada eso que cuenta que un rayo cayó sobre su cabeza… Quizá lo que pretenden es tenerle encerrado durante toda la vida.

¡Cuánta gente encerrada hay en su casa…! Cuanta gente mala de la cabeza.

-Nosotras también vivimos en una prisión, casi veinte años detrás de los cristales de esta ventana viendo pasar al pueblo.

Si, hermana... Mucha gente a paso de gente anciana. De gente vieja y enferma.

Esta era la conversación que las dos hermanas habían iniciado, justo en ese momento, en Usagre, la cuñada Mari y la sobrina Piedad, había sustituido la novela  hablando de ellas. A falta de novela, era un buen entretenimiento. Además Piedad sentía una extraña atracción hacia aquellas dos mujeres que vivían en Valencia y con las que apenas se había relacionado
.

Mientras hablaban las hermanas al calor del brasero de picón, un gato de angora jugaba con un carrete y un ovillo de lana azul dentro de una cesta de varillas de sauce. Como al descuido, dejaba caer sobre las dos mujeres sus ojos relampagueantes. 
Se llama Dumas y está muy malcriado por Concha, que lo tiene por inteligente; en una ocasión se tumbó sobre la alfombra  haciéndose el muerto durante tres días y tres noches, después de aquella muerte de teatro, a Concha se le ocurrió que debía de cambiarle el nombre y llamarlo Lázaro.  El gato repitió ese comportamiento en cuatro ocasiones más, encogía las patas y adoptaba la patética parálisis de una cucaracha muerta, era, sin dudas para despertar el desconsuelo de su dueña; las hermanas le hacían el juego diciendo: ¡Pobre Dumas. Tan bueno que era, pobrecito… Se ha muerto!
Escudo de Usagre.


... Continuará...

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